Reconocer la belleza es un mecanismo innato en todos. Desde niños ya tenemos la capacidad de diferenciar entre lo bello y lo feo, lo atractivo y lo repelente; casi que no se necesita un desarrollo cultural para reconocerle, ya es algo que viene de la mano de nuestra percepción biológica y espiritual del mundo que nos rodea.
Sin embargo, a medida que vamos creciendo, vamos desarrollando nuestra capacidad para percibir belleza. Ya no solo se trata de algo que apreciamos con la vista, si no que podemos oír, oler, que podemos experimentar en nuestro trato con los que nos rodean a través de sus gestos y estilos de vida.
Según Benedicto XVI la belleza es eso que nos permite apreciar que una escultura es mucho más que un trozo de mármol o un concierto más que una multitud de sonidos. Se trata de algo mucho más allá que es capaz de llegar hasta el fondo de nuestro ser y tocar nuestra alma. Es como sentir un momento de epifanía al contemplar un rostro, una obra de arte o escuchar una bella tonada.
Esta contemplación, por llamarla de alguna manera, se trata de poner atención en algo físico y realzar ciertos aspectos según nuestra percepción espiritual. Es como una forma de mirar diferente, que de hecho, se va educando a lo largo de nuestras vidas ya sea en concordancia con lo que nuestra sociedad establece que es bello, o más bien para saber evitar caer preso de los modelos autoritarios que se le imponen a este concepto.
Así, la sociedad le ha dado al concepto de belleza ciertas connotaciones a lo largo de la historia; como por ejemplo, siempre se ha pensado que la belleza tiene que ver con la armonía, con aquello que nos hace felices, que nos inspira, que despierta nuestra admiración y que nos permite percibir nuestro mundo con ilusión y asombro.
Quizá, es justamente en ello en lo que radica la importancia de la belleza en nuestras vidas. Este concepto, al igual que el de la verdad, nos ayuda a percibir el mundo a plenitud y regodearnos en su grandeza, y en fin, alimentan la bondad y la belleza que ya existen en el corazón humano y que intentan verse reflejadas en todo con lo que entramos en contacto.
El problema es que la sociedad, siempre intentando redefinir, clasificar y emitir un juicio sobre todo, crea sus propios parámetros de belleza y los vende como cánones en los que debemos encajar para sentirnos como tal, alejándonos de la apreciación natural y real de la misma y más bien, sumiéndonos en los modelos capitalista, posmodernista, positivista o nihilista, que privan al hombre de vivir la belleza a plenitud en todas sus variantes.
Hoy en día, con lo importante que se ha vuelto la publicidad y las redes sociales en nuestras vidas y con lo expuesta que queda la belleza (o lo que te dicen que es tal) ante los ojos de cualquiera, es cuando más notoria se hace la represión del mismo termino.
Nos muestran como debe ser nuestro cabello, nuestro cuerpo, nuestro tono de piel para ser considerados bellos y tener un lugar de valor en este mundo. Y para aquellos que no encajen en el tan apretado patrón, se les despliega el catalogo de cirugías plásticas, cosméticos y moda que le ayudarán a conseguir ese estatus físico tan anhelado.
Sin embargo, la realidad es que estos ideales de belleza impuestos por el mundo de la publicidad en verdad lo que hacen es reforzar el racismo. Aquí, algunos ejemplos de ello:
La belleza que privilegia el tamaño pequeño y la delgadez de los cuerpos
El psiquiatra José A. Hernández Hernández nos habla sobre como la industria de la belleza, el fitness y la salud se dan la mano con el clasismo y el racismo clasificando a algunos cuerpos como “flojos”, “descuidados” mientras que a otros “más delgados” si se les otorga el sello de aprobación.
Así, las mujeres con traseros de gran tamaño, curvas o “rellenitas” son consideradas menos atractivas, incluso, en algunos casos, “menos normales”. Un ejemplo bastante alarmante de hasta donde puede llegar este clasismo en cuanto a la forma de nuestro cuerpo es el de Saartjie Baartman, una mujer nacida en el sur de África del pueblo Khoisan, que fue considerada una atracción de feria por tener un trasero de gran tamaño. Tanto así que fue sacada de su casa a la fuerza, puesta en exhibición como si de una rareza se tratase, incluso y aún después de muerta. Pero, también tenemos el ejemplo de la famosa Serena Williams, cuyo cuerpo voluptuoso es la comidilla de los medios de comunicación.
Por otro lado, la falsa lógica alrededor de lo que debe considerarse como bello a nivel físico, también ha permitido crear fantasías estéticas inalcanzables de mujeres con proporciones poco realistas y que les clasifica en uno u otro prototipo según su raza, como sucede con las curvas que debe tener un mujer latina o de color, a las que se les exige tener cuerpos tonificados, cinturas pequeñas y pechos y nalgas grandes.
También está el caso de “la cultura de harén” que se les impone a las mujeres del Sur y del Sudeste Asiático, que son mundialmente exotizadas y sexualizadas como ágiles y flexibles, y siempre dispuestas a complacer y agradar. Su estilo debe ser totalmente el contrario a la latina salvaje. Esta más bien debe ser dócil, débil, casi un juguete sexual.
Y así, nos saturan de imágenes que nos dicen como ser asiática, negra o latina, y censurando todo aquello que no cumpla con los parámetros descritos bajo una etiqueta de “poco normal” o “menos atractivo”.
La obsesión por el cabello liso
Es muy evidente la forma en que la cosificación de los cuerpos negros ha existido en la cultura estadounidense desde los tiempos de esclavitud, hasta la actualidad. Un ejemplo muy claro de ello es la preocupación por censurar el cabello de las mujeres negras, vendiéndonos un ideal de belleza siempre con un cabello liso y sedoso.
Y es que si prestas atención, son muy pocos los estilos de cabello que difieran de este liso perfecto que tengan protagonismo en los medios, por no decir, que en el caso de los afros, son casi inexistentes. Mientras que, los productos para el cabello se muestran como las formulas milagrosas que el público femenino estaba esperando en su ansiedad por desaparecer cualquier onda que ose rebelarse.
Incluso, se ofrecen alternativas como tratamientos químicos o pelucas para esconder este tipo de cabello “no aceptable”
El blanqueo de la piel
El blanqueo de la piel es un negocio de 10 mil millones al año en la industria cosmética, el cual, año tras año y desde tiempo inmemoriales, te invita a usar sus productos para disfrutar de ese privilegio soñado de tener la piel más clara y blanca, sin importar de la cultura o parte del mundo que vengas.
Por ejemplo, en la India, la diversidad del color de la piel ha llevado a la construcción de una pirámide social en la que aquellas personas con piel clara se colocan en la cúspide de la misma, mientras que los que tienen la piel más oscura van siendo relegados al fondo de dicha pirámide. Mientras que, en Asia oriental, los tratamientos para aclarar la piel suelen vincularse a la riqueza y el buen gusto, dándole un valor agregado y un estatus privilegiado a aquellos que los practiquen.
Así, el color de la piel no solo no ha dejado de indicar la clase social de la cual formas parte, sino que ahora también te permite acceder a aquellos recursos que elevan y mejoran tu calidad de vida.
La piel más oscura sigue siendo una señal de pertenencia a la clase obrera, mientras que la piel más clara automáticamente te coloca en una “clase alta”. Y es que de hecho, la piel más oscura se sigue percibiendo como más amenazante y extranjera.
La eterna juventud
Por último, pero no menos favorito, está el canon de la juventud como signo de belleza. Y es que según la sociedad y el mundo de la publicidad hay una edad tope para ser bellos, y una vez te vas a cercando a ella, pasas a ser el target de los cientos de productos antiedad que lideran las ventas en el mercado de la cosmética hoy en día, siempre en pro de no perder ese look de modelo adolescente.
Incluso, hoy en día, y en gran medida debido a la aparición de redes sociales como Instagram y Tik Tok, el concepto de belleza se comienza a apreciar desde una edad muy temprana, al sexualizar a las muchas chicas jóvenes que están a la vista de todos a través de sus perfiles. Incluso, ya llegando a lo espeluznante, es amplio el contenido pornográfico con niñas asiáticas que se puede encontrar con una rápida búsqueda en internet. Esto debido a esa imagen de inacabable juventud y de la eterna colegiala que hoy en día es tan vendida en el mundo de la belleza.