Cómo influye en nuestra autoestima aprender a tocar un instrumento.

Cuando empiezas a tocar un instrumento te encuentras con una mezcla curiosa entre emoción, incertidumbre y ganas de superarte, ya que cada pequeño avance se siente como una victoria cotidiana. La música tiene la capacidad de conectarte con sensaciones muy profundas, y en el momento en que comienzas a expresarte a través de un instrumento, notas que tu mente se relaja y que tu atención se centra en lo que estás creando. En realidad, tocar es una forma de diálogo contigo mismo, una conversación que avanza a tu ritmo y que te permite explorar tus habilidades sin prisa y sin miedo.

El aprendizaje musical se convierte en un espacio seguro en el que te permites fallar sin sentirte mal, mejorar sin exigirte más de la cuenta y disfrutar de la evolución día tras día. Es un proceso que mejora la concentración, calma la mente y te invita a conocerte mejor, lo que contribuye a fortalecer la percepción que tienes de ti y de lo que eres capaz de lograr. A medida que avanzas, descubres que tocar no es solo musical, es emocional, ya que te acompaña en tus estados de ánimo y funciona como una herramienta con la que puedes liberar tensiones y ganar motivación.

Cómo ayuda a nuestra autoestima.

La música tiene una manera muy especial de reforzar cómo nos vemos y cómo nos sentimos, y esto se nota mucho cuando empezamos a aprender un instrumento. Al principio puede que te parezca complicado coordinar manos, leer notas o seguir un ritmo, aunque poco a poco descubres que cada intento te acerca a una versión más segura de ti. La autoestima crece de forma muy natural cuando te das cuenta de que eres capaz de aprender algo que al principio te parecía complejo, ya que esto genera una sensación de logro que se queda contigo durante todo el día.

También influye mucho la relación que se crea con el instrumento, porque se convierte en un espacio en el que puedes expresarte sin filtros, lo que ayuda a liberar tensiones emocionales. Cuando tocas algo que te ha costado ensayar, empiezas a asociar ese momento con una sensación de orgullo y bienestar. Es algo que afecta a tu ánimo de un modo muy positivo, ya que te recuerda que eres capaz de avanzar incluso cuando los primeros pasos son lentos.

El aprendizaje musical también mejora la paciencia, porque aprendes a valorar el proceso en lugar de obsesionarte con un resultado rápido. Esto se traslada a otras partes de tu vida, ayudándote a gestionar mejor tus expectativas y a tratarte con más cariño cuando algo no sale a la primera. La música te enseña a confiar en ti, a escucharte y a celebrar tus propios progresos, incluso aquellos que parecen pequeños. Con el tiempo, esa actitud se refleja en tu día a día, haciendo que tu autoestima se vuelva más estable y más sólida.

Con qué instrumentos podemos comenzar en el aprendizaje de la música.

Cuando decides empezar en el mundo de la música es normal que te entren dudas sobre qué instrumento elegir, ya que la variedad es enorme y cada uno tiene su propio encanto. Empezar por el piano, como nos cuenta la profesora de piano y solfeo Kristina Kryzanovskaya, es una opción fantástica, porque es un instrumento muy visual que te permite entender de forma clara cómo funcionan las melodías, las armonías y los ritmos. Al tener las notas organizadas de forma lineal, te facilita mucho el aprendizaje y te ayuda a comprender la teoría sin necesidad de complicarla demasiado. El piano ofrece un sonido que da calma, y tocarlo se convierte en una experiencia muy envolvente que ayuda a centrar la mente.

La guitarra es otro instrumento muy accesible para principiantes, ya que puedes empezar con acordes sencillos y avanzar a tu ritmo sin necesidad de grandes conocimientos previos. Es cómoda, ligera y perfecta para quienes buscan acompañarse mientras cantan o improvisan. A medida que aprendes nuevas posiciones de manos, notas que tu coordinación y tu sensibilidad musical crecen con bastante rapidez.

Si buscas un instrumento que te permita liberar energía, la batería puede ser una gran opción, puesto que te ayuda a trabajar el ritmo, la fuerza y la coordinación. Aunque al principio puede parecer un reto, la sensación de tocar un patrón completo es realmente gratificante, y te aporta una confianza especial porque notas el avance de forma muy clara.

Otro instrumento que suele gustar mucho a quienes se inician es el ukelele, sobre todo por su tamaño reducido y por lo fácil que es aprender las primeras canciones. Su sonido transmite buen rollo y hace que las sesiones de práctica se sientan ligeras y relajadas. Para quienes quieran explorar sonidos más suaves, la flauta travesera o el violín ofrecen una experiencia muy expresiva, ya que permiten crear melodías que conectan mucho con las emociones.

Después de todo, lo importante es elegir un instrumento que te atraiga y que te apetezca tocar cada día, porque la motivación nace del disfrute. Cuando sientes conexión con lo que haces, el aprendizaje fluye de una manera mucho más natural.

Por qué la música puede ser terapéutica.

La música tiene un efecto especial en nuestro estado emocional, ya que actúa de forma directa sobre la parte del cerebro que gestiona las sensaciones, el ánimo y los recuerdos. Cuando tocas un instrumento, entras en una especie de burbuja mental que te permite desconectar del estrés, del ruido del día y de las preocupaciones que llevas encima. Esta concentración profunda produce una sensación muy parecida a la que sientes cuando meditas, porque te enfocas en algo que te relaja y te estabiliza.

Esa función terapéutica tiene mucha relación con la autoestima, porque cuando te sientes tranquilo y conectado contigo mismo, te resulta más fácil valorarte y tratarte con más suavidad. Tocar un instrumento te permite descargar frustraciones, transformar emociones complicadas en música y encontrar un momento de calma en medio de la rutina. Cada vez que practicas, tu mente se ajusta, se regula y se ordena, lo que influye bastante en cómo gestionas tus emociones a lo largo del día.

La música también ayuda a liberar tensiones, ya que te da un canal creativo con el que puedes expresarte sin tener que encontrar las palabras adecuadas. Esto tiene una repercusión muy positiva en quienes sienten ansiedad, inseguridad o exceso de autoexigencia, puesto que el simple hecho de tocar genera una sensación de seguridad interna que va fortaleciendo tu autoestima poco a poco. Tocando aprendes a escucharte mejor, a respetar tus tiempos y a valorar tu propia sensibilidad, lo que convierte a la música en una herramienta terapéutica que funciona casi sin que te des cuenta.

Además, cuando practicas de forma habitual, notas que tus niveles de estrés disminuyen, que duermes mejor y que tu mente responde de otra manera a los retos del día. Esa estabilidad emocional refuerza también la forma en la que te relacionas contigo mismo, porque empiezas a percibir que tienes más capacidad de gestionar tus emociones de lo que pensabas.

Qué tipos de música pueden ser los que más relajan.

A la hora de buscar música que relaje, cada persona tiene sus propias preferencias, aunque existen ciertos estilos que suelen funcionar muy bien a nivel general por la forma en la que están compuestos y por los ritmos que utilizan. La música ambiental, por ejemplo, genera una sensación de espacio amplio y suave, lo que ayuda a que tu mente se calme y puedas respirar con más tranquilidad. Son sonidos continuos, fluidos y sin cambios bruscos que invitan a desconectar durante unos minutos.

Los estilos basados en instrumentos acústicos también tienen un efecto muy reconfortante. Las melodías con piano suelen aportar serenidad, creando una atmósfera íntima que ayuda a ordenar los pensamientos. Las piezas para guitarra acústica funcionan de manera parecida, ya que transmiten calidez y acompañan muy bien momentos de descanso o lectura.

La música clásica, sobre todo la de compositores que trabajan con ritmos pausados y armonías suaves, se utiliza mucho para bajar el nivel de tensión, porque ayuda a regular la respiración y a estabilizar el ánimo. Escuchar cuerdas o instrumentos de viento en melodías lentas genera una sensación envolvente que invita al descanso mental.

El jazz suave es otra opción muy recomendable, ya que combina improvisación con ritmos flexibles que acompañan sin saturar. Este estilo resulta perfecto para relajarte mientras haces tareas sencillas, ya que crea un ambiente cálido y agradable.

Algunas personas encuentran calma en sonidos de la naturaleza, como lluvia suave, agua moviéndose o viento entre árboles. Estos estímulos acústicos funcionan muy bien porque conectan directamente con sensaciones físicas de bienestar, lo que te ayuda a soltar tensiones acumuladas.

En realidad, lo más importante es que la música te transmita paz y que te haga sentir cómodo, porque la relajación aparece cuando conectas con un sonido que te acompaña sin imponerse. Si la música te permite respirar mejor, bajar la actividad mental y encontrar un momento de pausa, entonces es la adecuada para ti. La cuestión está en descubrir qué estilos se adaptan a tu propio ritmo emocional y utilizarlos como parte de tus momentos de autocuidado.

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